La comitiva eclesial |
El pasado 24 de julio a las ocho de la tarde Peñalba vivió un acontecimiento insólito: la representación de la solemne entrega por el rey Ramiro II de una cruz votiva al Monasterio de Santiago de Peñalba, como agradecimiento al Apóstol por la victoria de los ejércitos cristianos en la batalla de Simancas (939) frente a las tropas del califa Abderramán III. Tal vez Ramiro II no llegó a ir a Peñalba para hacer esa ofrenda, mas cuentan las crónicas que en el 940 hizo donación de la Cruz, hoy conocida como de Peñalba, al monasterio fundado por San Genadio. Así pues la base de la representación es un hecho histórico relevante que sitúa Peñalba y su monasterio en el centro del mundo cristiano del siglo X.
El abad Electífico bendice con la Cruz |
Todo comienza cuando la voz en off de un anciano monje cuenta a los presentes como pudo haber sido el suceso que se iba a escenificar. Desde la entrada del pueblo se organizaron dos comitivas hasta el atrio de la iglesia, en la primera figuraba al poder eclesial de la época, cuatro obispos arropando al abad del monasterio peñalbés, precedidos de monjes eremitas y seguidos por el pueblo con respetuoso silencio en un ambiente severo, de tenebrosa espiritualidad, resaltado por los cantos mozárabes que envolvían todo el recorrido. Al llegar a la iglesia los cuatro obispos y el abad Electífico se sitúan bajo el doble arco de la puerta de entrada aguardando la llegada de la procesión que presiden los reyes. Ramiro II y Urraca van precedidos por la Cruz y acompañados por Salomón, obispo de Astorga y pocos años antes abad de Peñalba; el canciller Sisenando y varios dignatarios de la corte leonesa. A una prudente distancia, el pueblo llano sigue a la nobleza con curiosidad y enorme expectación, mientras la música de ambiente se torna más alegre, sin dejar de ser solemne. En el exterior de la iglesia los Reyes y el obispo Salomón se colocan en frente de Electífico, los obispos y otros clérigos, a ambos lados la nobleza y por todas partes, también extramuros, la gente del común, labriegos y artesanos, siervos y menesterosos. Nadie quiso perder detalle de lo que allí estaba sucediendo.
El abad inciensa a los monarcas |
En representación del Rey habló Sisenando y recordó la veneración de Ramiro por Genadio y su agrado al visitar aquel monasterio, en el que había encontrado otras veces sabios consejos para resolver algunas de las grandes disyuntivas de su reinado. Un discurso que presenta la cara humana del Rey, que además de batallador era amante de la naturaleza y de las cosas sencillas. A continuación da lectura al documento que recoge la ofrenda de la Cruz y de los beneficios que produzca, en adelante, la iglesia de San Martín, cerca de Astorga, y sus amplias posesiones que serán para las arcas del Monasterio de Santiago. El abad Electífico toma la palabra seguidamente, en su calidad de anfitrión, y agradece a su majestad las dádivas, recordando que no solo de pan vive el hombre, ni los monjes viven solo del rezo. El tono integrista del discurso del jefe de la congregación se sitúa a una calculada distancia de la prudencia del monarca. La dialéctica del temor y de la condenación está presente en los gestos y en la retórica de Electífico, más atento a pedir que a dar gracias.
Las mujeres, mayoría entre el pueblo llano |
La presidente de la Asociación Vecinal Valle del Silencio, Susana R. Panizo, toma la palabra para hacer sitio a los agradecimientos: al grupo de teatro Conde Gatón por ceder los fastuosos vestuarios de los principales intérpretes; al músico Javier Vecino por componer la banda sonora a la medida de la ocasión; a Lino y a David Gustavo por los textos y el asesoramiento histórico. Es justo resaltar al elenco principal de la interpretación, a los obispos: Abilio, Gonzalo, José Antonio, Paco de la Cantina, como Dulcidio de Salamanca y David Gustavo como Salomón de Astorga. La pareja real no podía resultar más convincente con Miguel y Oli en los papeles de Ramiro II y Urraca. Memorables en fin los actores con voz: Ángel como el monje viejo; Isidro como Sisenando y Neira en el difícil papel de Electífico, en el que derrochó sus ya conocidas dotes interpretativas, y sobre todo en su condición de director artístico.
Gente del común hacia la iglesia |