domingo, 22 de septiembre de 2013

La vida en el campo hace no tantos años

Si en la entrada anterior nos ocupábamos del "Museo del Carro Chillón" y del diferente modo de vida del siglo pasado, en esta vamos a profundizar un poco más en cómo se vivía durante el último tercio del siglo XX gracias a algunas fotos que han caído en nuestras manos. 

La primera, de 1976, muestra una panorámica de Peñalba que, por supuesto, aún muchos recuerdan y que para otros resulta difícil de creer. El pueblo no estaba rodeado por la actual maleza de hoy en día, sino que, como puede observarse, existían parcelas cultivadas, lindes que determinaban los límites y heno enfardado. 


La limpieza del campo no sólo proporcionaba alimento a hombres y animales, también evitaba una de las mayores lacras de todos los veranos: los incendios. Son varios los nostálgicos que al ver estas fotos no pueden contener un "¡qué limpieza, qué limpito estaba todo!" pero la nostalgia no pudo impedir que el esfuerzo invertido en agricultura -uno de los principales medios de subsistencia en cualquier región rural- fuera desapareciendo poco a poco y diera lugar a lo que hoy se conoce como "bajar al Rosal de Ponferrada a hacer la compra". Afortunadamente, en la actualidad existen unas cuántas huertas que siguen recibiendo el cuidado de sus dueños y nos permiten volver al sabor de los verdaderos tomates, las judías de longitud casi kilométrica y las lechugas capaces de alimentar a una familia numerosa.

En el año 1989 (no piense el lector que hablamos de los tiempos de Maricastaña) se tomó la siguiente fotografía. En ella, una cuadrilla de trabajadores se afanan en majar el campo y, tras ellos, un fondo más que reconocible: los tejados del pueblo y el valle. El término "majar" significa "golpear en la era el trigo, el centeno, el lino, los garbanzos, etc., con el manal o mayal, para separar el grano de la paja" (según el diccionario de la Real Academia) y viene del término latino "mallĕus", martillo. 


Ambas fotografías, proporcionadas una vez más por David Gustavo, plasman a la perfección el no tan lejano pasado del Valle del Silencio y nos recuerdan la importancia de mantenerlo vivo pues, para entender cómo hemos llegado hasta aquí, tenemos que recordar quiénes éramos y cómo vivíamos.

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